La gratitud se relaciona con emociones positivas y satisfacción en la vida. En este artículo te dejamos algunos consejos para fomentarla y aplicarla.
Sentirse valorados y escuchados les permitirá a tus pequeños relacionarse mejor con sus pares y con todas las personas de su entorno. Logramos fortalecer este entendimiento por medio de la gratitud, la cual es un sentimiento que les permitirá sentirse plenos y va ligado enteramente a la sensación pura de reconocimiento. La persona que lo siente toma conciencia de haber sido beneficiado por otra persona, pero también puede extenderse a sentirlo por la naturaleza, relacionarse a ciertos momentos de la vida o a distintas entidades.
La gratitud se ha relacionado con emociones positivas, satisfacción en la vida, optimismo, relaciones sociales y esperanza. Se sabe también que las personas agradecidas tienen un menor riesgo de desarrollar depresión o ansiedad, ya que contribuye al bienestar emocional y calidad de vida, así que, sin duda, vale la pena fomentarla.
Debido al ajetreo de la vida cotidiana nos hemos acostumbrado a que nos den o hagan las cosas sin ser agradecidos. Nuestros pequeños no son la excepción; al tratar de darles lo mejor, les damos juguetes, los llevamos a pasear o a tomar clases e intentamos darles todo, olvidándonos de la enseñanza constante y consciente de la gratitud. Como adultos, debido a la rutina antes mencionada, olvidamos percibir las intenciones benévolas que hay detrás de los actos. Dejamos de dar las gracias a los demás por los detalles cotidianos y se crea un círculo vicioso que afecta en la crianza de nuestros hijos.
Es hora de poner en práctica la gratitud, ya que nos genera emociones agradables y aumenta la satisfacción que tenemos de nuestra vida.
Empecemos por definir el momento preciso para inculcar en nuestros pequeños el sentimiento de gratitud. Este se hace presente a partir de los 4 años; a esa edad y hasta los 6 o 7 años, no se nota una diferencia entre la gratitud y la alegría. El niño se siente agradecido hacia la fuente de alegría sea cual sea la intención. Por ejemplo, el niño no demostrará forzosamente un agradecimiento real al recibir un obsequio que no le genere un nivel alto de alegría. En estas edades, la reacción de hacer a un lado la intención es perfectamente normal, lo que se refleja es la actitud de nuestros pequeños al agradecer. En cambio, los niños mayores pueden experimentar gratitud, aunque el regalo no responda por completo a sus expectativas.
Sin embargo, como todas las emociones, la disposición al agradecimiento se basa en competencias cognitivas que son posibles de entrenar, están altamente influenciadas por el ambiente y el entorno.
Consejos para fomentar y fortalecer la gratitud:
- Los niños aprenden principalmente por imitación, así que, para fomentar la gratitud, hay que empezar por ser el ejemplo en este ámbito. Dar las gracias por cosas cotidianas frente a tus pequeños les ayudará a generar ese hábito. Evita en todo momento que tus hijos te observen quejándote o con actitudes contrarias al agradecimiento, así lograrás que lo hagan instintivamente.
- Refuerza la conducta deseada, cuando un niño exprese gratitud, busca reforzarlo a través de elogios y felicitaciones. Haz evidente que está agradeciendo. Si se ignora la gratitud, se disminuyen las posibilidades de que se reproduzca.
- Realiza prácticas de conciencia plena o mindfulness que consisten en focalizar la atención en el momento presente, centrándose en el aquí y en el ahora, aceptando sin más, sin intentar cambiar ni juzgar, puede reforzar la actitud de apertura y descubrimiento de la gratitud en el niño.
- Evita las comparaciones y céntrate en las virtudes. Al compararnos con los demás o comparar a nuestros hijos, se siembra insatisfacción; en cambio si reforzamos lo que sí se tiene, las virtudes y cualidades, orientamos la atención hacia lo positivo, aumentando la satisfacción y gratitud.
- Busca espacios con tus hijos para identificar los elementos satisfactorios de la vida cotidiana por los que se podría experimentar gratitud, esto puede hacerse a través del juego, dibujos, historias, se podría empezar con la frase: “hoy me siento agradecido porque…” Los niños pueden anotar o platicar la respuesta. Una de las formas más comunes es hacer un diario de la gratitud donde se le pide al niño que escriba algunas cosas por las que experimente agradecimiento, entre más se pueda profundizar, mayor será el sentimiento de gratitud.
- Otra forma de practicar la gratitud es la ronda de los sentidos, donde se enuncian frases acerca de lo que se ha oído, tocado, visto, escuchado y olido, por ejemplo, ¿qué has oído que te haya hecho sonreír?, ¿qué sabor es el que más te ha gustado de los alimentos?, ¿has visto algo lindo de camino a casa?, ¿algo que hayas tocado llamó tu atención? Con estos ejercicios se orienta a la atención de los aspectos positivos de la vida cotidiana que normalmente pasan desapercibidos.
- Juega “¿de dónde viene este objeto?”. Elijan un objeto de la vida cotidiana, como una mesa o un alimento y pregúntate ¿de dónde viene este objeto?, ¿cómo ha llegado hasta aquí?, ¿quién lo ha plantado?, ¿cuántas veces lo han regado? Este ejercicio puede favorecer la gratitud por el trabajo efectuado.
Como padres, muchas veces pensamos que nuestros hijos consideran que todo se les debe, rompamos con estas aseveraciones y aumentemos la conciencia de todas las etapas y personas que facilitan la vida cotidiana.
Entre más se practique la gratitud, más natural se volverá. Empecemos con esta siembra maravillosa, esperando que, muy pronto, los frutos de esta práctica detonen en bienestar y felicidad.