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Categoría: Crianza
Categoría: Socioemocional
Reconoce en lugar de premiar
Kapuyo

Estamos acostumbrados a premiar cuando nuestros hijos hacen algo esperable, pero la realidad es que de esa manera se condiciona la conducta. Aprendamos a reconocer en lugar de premiar.

Es muy común utilizar los premios y castigos en la crianza con nuestros hijos, probablemente porque a muchos nos educaron así y es lo que conocemos. Sin embargo, lo que logra este método es la obediencia y el condicionamiento de la conducta y no necesariamente una disciplina inteligente.

 

Reconoce en lugar de premiar

 

Lo ideal es eliminar tanto los castigos como los premios, en esta ocasión hablaremos de los premios.


Cuando premias a un niño, el mensaje es que la acción no tiene valor por sí misma, la recompensa se vuelve más importante que la conducta, causando que la iniciativa, motivación y curiosidad vayan disminuyendo. Cuando premias a tu hijo por tener buenas calificaciones, sacar la basura o lavar los platos, estás pagando por algo que debería ser parte de su educación; además, cuando dejes de hacerlo, el niño pensará que no debe hacerlo porque ya no está recibiendo la recompensa. Finalmente, estás privando al niño de sentirse orgulloso por lo que hizo, ya que la conducta está condicionada.


Vidal Schmill propone que, en lugar de los premios, se use el reconocimiento verbal. Felicítalo cuando haga algo esperado para su edad.  

  • Reconoce cálidamente: felicita a tus hijos en cada ocasión en la que muestren conductas socialmente deseables, reconócelos con amor y afecto, apóyate de la comunicación no verbal.
  • Reconoce de manera sincera: los niños se dan cuenta cuando dices la verdad o exageras, de nada sirve decir: “eres el mejor jugador de fútbol” cuando la realidad no es así; en lugar de eso, podrías decir: “me doy cuenta del esfuerzo que hiciste”.
  • Reconoce de manera oportuna: reconoce en el momento que haya pasado, de nada sirve decir: “te felicito porque ayer recogiste tus juguetes”; el efecto es mayor cuando lo haces en el momento que los recoge.
  • Reconoce específicamente: los elogios universales como “¡qué bien lo hiciste!” no ayudan al niño a entender qué le estás reconociendo. Así que busca ser más específico, por ejemplo: “gracias por caminar por los pasillos en lugar de correr”.

 

Suena sencillo pero para esto tenemos que cambiar nuestro “chip”, dejar de premiar para empezar a reconocer.


Cuida no caer en los extremos, hay algunos padres que no reconocen o, por el contrario, que caen en la adulación.  


En el primer caso, se corre el riesgo de que el niño piense “¿para qué lo hago si, de todas maneras, nunca es suficiente?”. En ocasiones, los padres no reconocen porque piensan que es obligación del niño, y es verdad que el niño tiene la obligación de estudiar, pero podemos reconocer el esfuerzo que hay detrás de eso.


En el segundo caso, se puede perder credibilidad y los niños dejan de valorar lo que los padres les dicen. Cuando se exageran las cosas en lugar de propiciar la autoestima, propicias la soberbia, cayendo en la creencia de que el niño es perfecto y no tiene errores.

 

Finalmente, cuida el no condicionar el reconocimiento: cuando agregamos un “pero”, la parte positiva se elimina y predomina la negativa. Imagínate lo siguiente, ¿qué sentirías si alguien te dijera: “estuvo muy rica la comida que preparaste, pero para la próxima vístete de manera diferente”? Cuando esto ocurre, lo positivo se elimina y predomina lo negativo. Si ves que tu hijo se esforzó en algo, felicítalo y reconócelo sin condiciones.

 

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