La culpa en la maternidad en ocasiones es inevitable, por eso te compartimos algunas recomendaciones para combatirla. Mis errores no son razón para culparme, son maestros que me permiten seguir aprendiendo y creciendo como madre.
La maternidad viene acompañada de distintas emociones. Esta idea romántica de lo que significa ser madre es sólo una parte de algo mucho más caótico. Si además le añadimos un alto nivel hormonal, el resultado es un remolino emocional que viene a revolucionarlo todo. En esta etapa emerge la alegría y felicidad, pero también el miedo, angustia, tristeza y culpa.
La culpa en la maternidad se hace presente de manera intensa, dolorosa y, en ocasiones, paralizante. Y es que, la mayoría de las veces, aparece por nuestras propias expectativas de lo que ser madre significa. Tenemos arraigada la imagen de madre perfecta que, para cada quien, significa algo distinto; sin embargo, en el momento en que no encajamos en ese molde, la culpa emerge. Surge cuando vamos a trabajar, cuando salimos con amigas, cuando alzamos la voz, cuando dejamos a nuestros hijos con otros, en fin, emerge seguido cuando sentimos que no somos las madres perfectas.
La culpa materna es mala compañera y nada que surja desde ese lugar traerá cosas positivas. Seamos cuidadosas en lo que nos exigimos, debemos aprender a establecer prioridades y la número uno debería ser cuidar de nosotras mismas.
La maternidad puede estar acompañada de soledad, por eso, a medida de lo posible, busca una red de apoyo que te acompañe, que te cuide física y emocionalmente, que te permita tener espacios de descanso y que neutralice el remolino de lo que ser madre significa. En la medida que tu estés bien, tu bebé estará bien.
¿Cómo manejar la culpa en la maternidad?
La culpa se relaciona más con la manera en la que nos hablamos a nosotras mismas que con lo que está sucediendo en realidad. Así que cambia el discurso y la manera en la que te hablas. Sé más amable contigo, perdónate y sigue adelante.
Cambiemos la culpabilidad por responsabilidad. La primera nos coloca en un lugar de sufrimiento sin poder tomar acción, mientras que la segunda nos lleva a ocuparnos, nos pone en un plano activo donde se puede actuar en consecuencia. Suena fácil en idea, pero puede ser complejo en la ejecución, requiere mucha energía y consciencia poder decir “no soy culpable, soy responsable”.
Todos cometemos errores y, sin duda, en la maternidad habrán varios. Lo importante es dejar de gastar energía en culparse por el pasado y por las cosas que no se pueden cambiar y enfocarnos en lo que sí se puede hacer.
Busca sanar desde la raíz, si notas que la culpa se presenta seguido, que se repite una y otra vez, tal vez tengas que sumergirte en un proceso que te ayude a sanar. Transitamos en la maternidad con lo que tenemos, con lo que nos enseñaron y con lo que creemos. Educar y formar a otro ser humano es una labor titánica y lo hacemos desde el lugar que creemos que es mejor. Sin embargo, es posible que tengamos heridas no resueltas que nos limitan en nuestro papel como madres. Así que explora la posibilidad de sanar desde el interior para sanar el exterior.
Recuerda que nuestros hijos no necesitan madres perfectas, necesitan madres verdaderas, amorosas y afectivas. Somos la mejor madre que podemos ser para nuestros pequeños, así que busca perdonarte, abrazarte y aprender. La maternidad es un aprendizaje continuo y cada tropiezo es una oportunidad para mejorar.
Deja de compararte con los otros, lo que para unos funciona no siempre es lo mejor para ti. Apóyate en tu red o con profesionales y pregúntate de qué te ha servido esta experiencia, qué has aprendido acerca de ti misma y de la situación. Recuerda que lo más importante es que tú estés bien.