La paternidad está llena de matices y, sin duda, existen situaciones verdaderamente complicadas que nos desafían como adultos: las peleas entre hermanos, los berrinches, las batallas y la desobediencia de los niños son sólo algunos ejemplos.
Todos los ejemplos anteriores se deben a que el cerebro del niño está en construcción, aún no termina de desarrollarse, así que queda un largo camino por recorrer. Es más, el cerebro no termina de desarrollarse sino alrededor de los 24 años.
Lo más importante es que, como padres, podemos influir en la manera que su cerebro se desarrolla e integra. Para hacerlo, es posible aprovechar los momentos de berrinche o molestias de nuestros hijos para actuar e influir en su cerebro.
Daniel Siegel y Tina Payne Bryson en su libro “El Cerebro del Niño” proponen que, para hacerlo, hay que sintonizar con ellos, conectar de manera profunda para que la persona se “sienta sentida”. Una vez que sintonizamos con ellos, cuando logran calmarse después de una caricia o unas palabras, entonces es posible intentar resolver o abordar el problema.
Recuerda que, ante un reclamo de nuestro hijo, a nosotros podría parecernos una tontería, pero para ellos es real e intenso. De verdad están molestos porque no pueden trepar las paredes o porque se les cayó su juguete. Así que trata de ponerte en sus zapatos y verlo desde su perspectiva, porque, para ellos, son problemas reales.
Otra manera de ayudarlos a integrar su cerebro es al ponerle nombre a sus sentimientos y temores, esto les ayuda a reconocer lo que les está pasando y bajar la ansiedad. Hay muchas maneras de hacerlo, deja que tu hijo te cuente las historias que pudieron ser traumáticas, a diferencia de lo que creemos; el dejarlos contar lo que sucedió y ayudarles a llenar los espacios en blanco, les permite calmarse y entender mejor la situación.
Cuando tu hijo esté haciendo un berrinche, no va a entender de razones, su cerebro inferior (que es más primitivo) es el que domina, no tiene la capacidad de controlarse, ni de regularse en ese momento. Lo mejor que puedes hacer ante esa situación es calmarlo y dirigir su atención a otra cosa, se tiene que calmar la amígdala, que en ese momento es la que domina.
Hay que saber que, aunque tu hijo esté haciendo berrinche, no significa que las reglas desaparezcan, hay cosas que simplemente no son negociables, pero, a la medida de lo posible, ayúdalo a reconocer sus emociones y apelar al cerebro superior. Puedes preguntarle qué se le ocurre para solucionar el problema, permite que elija y controle ciertas cosas de su entorno, enséñale a respirar cuando está enojado para calmarse, anímalo a moverse para ayudarlo a cambiar su estado emocional y plantéale preguntas que le ayuden a entenderse mejor a sí mismo.
Sabemos que hay muchos momentos de la paternidad donde es fácil “explotar” y descontrolarse, así que, antes de actuar, aléjate para tranquilizarte y no decir o hacer algo de lo que puedas arrepentirte después. De ser necesario, repara, ya que, a veces, las cosas se nos salen de control, así que también nos toca pedir perdón para arreglar el vínculo con nuestro hijo.